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El 26 de mayo de 1969 los gobiernos de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú suscribieron el Acuerdo de Cartagena, conformando lo que hoy conocemos como Comunidad Andina de Naciones (CAN). En 1973, Venezuela se adhirió y formó parte de la CAN hasta su denuncia en el 2006. En 1976, Chile se retiró del entonces Pacto Andino, y hasta hoy permanece como miembro asociado; no obstante, desde el 2015 es miembro pleno del Parlamento Andino, órgano del Sistema Andino de Integración (SAI) de la CAN, que este año celebra su aniversario número 40.

A 50 años de creación de la CAN, valga recalcar algunos de sus significativos logros: a) El “arancel cero” en el 100% de los productos originarios andinos dentro de la CAN, que comprende una población estimada de más de 100 millones de habitantes; b) El ciudadano andino puede viajar solo con su documento nacional de identidad en el área intracomunitaria; c) Implementación de distintos programas para el desarrollo en las fronteras, como las Zonas de Integración Fronteriza (ZIF), y los Centros Binacionales de Atención en Frontera (CEBAF); d) Estrategia conjunta para la Gestión del Riesgo de Desastres; entre otros. Pero quizá la ventaja más notable de la CAN, que la convierte en el sistema de integración más exitoso de Latinoamérica, sea que tiene un orden jurídico que permite a los países miembros ejecutar normas de obligatorio cumplimiento en materia de integración.

Es innegable que la CAN ha atravesado también periodos de aparente letargo, así como conflictos de índole político, como cuando Venezuela se retiró por discrepancias de política exterior, en tiempos de adopción del TLC, entre otros asuntos.

Sin embargo, con los beneficios de la globalización, a la vez, nuestros problemas se tornan más comunes y visibles, por lo cual la cooperación mutua en unidad se hace indispensable. Como dijera el ilustre Víctor Raúl Haya de la Torre: “Los pueblos son fuertes cuando son unidos, y más unidos cuanto más fuerte es el peligro común”.