La mayor prueba de fuego que le tocó enfrentar al 35° presidente de los EE.UU., John F. Kennedy, no se dio en el frente interno del país durante su frustrada administración -fue asesinado el 22 de noviembre de 1963, en la ciudad de Dallas, Texas-, sino en el ámbito de la política internacional que le tocó vivir. En efecto, la denominada crisis de los misiles de octubre de 1962, puso a prueba al joven presidente -42 años- demócrata y católico.

Fue un día como hoy, de 1962, y por dos semanas, que la humanidad vivió el momento de mayor tensión planetaria del siglo XX, colocando a EE.UU. y a la entonces Unión Soviética, al borde de la Tercera Guerra Mundial.

Se trató del momento de mayor ebullición de la denominada Guerra Fría, entre Washington y Moscú, que venían compitiendo por una mayor influencia en los diversos espacios geopolíticos del mundo. Los afanes de hegemonía de ambos Estados, entonces, habían configurado el segundo mundo bipolar -el primero fue en el siglo XV, teniendo a España y a Portugal como los protagonistas- en la historia de las Relaciones Internacionales.

Al final, todo se resolvió con una salida negociada, es decir, EE.UU. no interfirió más en Cuba -lo intentó con la fracasada invasión de Bahía de Cochinos (1961) apenas Fidel Castró declaró a Cuba comunista-, y la Unión Soviética retiró los misiles instalados en La Habana, a menos de 400 km de Florida. El resultado anterior fortaleció al líder moscovita, Nikita Kruschev, lo que estrechó su vinculación con Castro, que había encontrado la alianza que necesitaba, es decir, para que Moscú actuara como soporte frente al gigante norteamericano.

Para algunos esa razón sería el detonante de la desgracia de Kennedy. Luego de su trágica muerte, su sucesor, el vicepresidente Lyndon Johnson, que gobernó hasta 1968, agudizó las sanciones económicas contra la isla que aceleró su vinculación con la Unión Soviética.

Después fue elegido el republicano, Richard Nixon, que mostró una posición política dura para con La Habana. La carrera entre ambos países continuaría, recuperando espacios EE.UU. al consumar la hazaña de la llegada del hombre a la Luna, en 1969.