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Lealtad es un concepto tan amplio como humano, pero a la vez intensamente soslayado, omitido y enterrado en la hipocresía de lo "correcto" o "conveniente".

La lealtad aristotélica concebida como un término medio entre dos errores, pero no como expresión de mediocridad sino como fuerza de voluntad, valentía, virtud, ciertamente debe contener intrínsecamente un elemento crítico de a qué, a quién, por qué. En esa línea, no se puede ser leal a lo que no es correcto, o por conveniencia o por tendencia mayoritariamente aceptada.

La política es tal vez el campo donde más deslealtades se presentan, y estas son aceptadas y aplaudidas como logros. Vemos el caso de los tránsfugas en el Congreso disuelto. Incluso tránsfugas por prebendas fueron aplaudidos. Social y mediáticamente fueron bien considerados por el solo hecho de estar en contra del fujimorismo y aprismo.

Deslealtad a la patria cuando se golpea a la democracia so pretexto de luchar contra la corrupción direccionada en contra de los opositores, dejando a salvo a los delincuentes de Odebrecht y sus socios peruanos.

Deslealtad a la justicia cuando esta mira a quién mete preso y a quién deja libre, sabiendo que cuando la justicia deja de ser ciega ya no es justicia sino persecución.

Por el contrario, debemos rescatar el vivir y obrar bien, actuando con lealtad a la patria, a la familia, al trabajo, al amigo, a nuestras leyes, a la justicia, a nuestra cultura, con el deber de informar con imparcialidad y veracidad.

La lealtad a la democracia y a nuestra frágil institucionalidad se ha trasladado al Tribunal Constitucional. Si bien la Constitución es un cuerpo normativo dinámico, que además contiene valores, principios, mandatos al legislador, es cierto también que las decisiones políticas fundamentales deben merecer una reforma constitucional, pero una modificación fundamental sin reforma implica la destrucción de la Constitución. Ninguna interpretación puede ser impulsada sobre la base de una tendencia o usando al pueblo para desarrollar una justicia populista.

La paz social debe prevalecer dando mensajes claros. Aquel que rompa su juramento de lealtad a la Constitución debe ser sancionado ejemplarmente.