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Pertenezco a la generación de periodistas peruanos a los que como reporteros, hace 20 años, nos tocó hacer interminables coberturas en los exteriores de la residencia del embajador de Japón en Lima mientras un grupo de terroristas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) mantenía cautivas a punta de fusiles AKM a 72 personas durante cuatro meses, hasta que se produjo el magnífico e histórico rescate de los rehenes, y la eliminación de los secuestradores.

Y hoy, en tiempos de un antifujimorismo radical, desprovisto de objetividad, es necesario destacar que, guste o no a mucha gente, el rescate de los cautivos se dio por decisión política del entonces presidente Alberto Fujimori, a quien se podrá acusar de muchas cosas, la mayoría justificadas, pero que tuvo los pantalones de no negociar con terroristas y disponer la liberación, exponiéndose a una crisis con el gobierno japonés y la diplomacia internacional si es que las cosas salían mal.

Es verdad que Fujimori pisoteó la Constitución por quedarse en el poder, que dejó que Vladimiro Montesinos haga lo que le dé la gana, que existieron los “diarios chicha”, los “Colina” y demás aberraciones a la legalidad. Pero frente a los asesinos de Sendero Luminoso y el MRTA, que eran los principales problemas para los peruanos, fue efectivo. Hace poco tuvimos un presidente apodado “Cosito” y hoy otro al que su bancada no hace caso. ¿Los imaginan lidiando con terroristas?

Dicho esto, y volviendo al primer párrafo de este texto, a los que vimos de cerca el terrorismo, tanto del MRTA como de Sendero, no nos van a venir con cuentos de “violencia política”, “conflicto armado interno” y demás barbaridades que se dicen para tratar de pasar por agua tibia el accionar de estos delincuentes que, lamentablemente, no es del todo conocido por generaciones posteriores que no se dan el trabajo de buscar la verdad al menos en Google.

Se han cumplido 20 años de la toma de la residencia del embajador de Japón por el MRTA y ojalá que este hecho sirva de pretexto para que más peruanos conozcan los horrores de la subversión y quizá otro más grande, como es el intento de algunos -muchos de ellos metidos en la política, el “análisis” y la “opinología”- por tratar de alterar la historia y darle cobertura de “románticos”, “idealistas” y “revolucionarios” a miembros de bandas de terroristas, secuestradores y asesinos.

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