Mañana se cumplen 52 años del brutal terremoto de magnitud 7,9 que destruyó gran parte de nuestra costa central, el Callejón e Huaylas, y en especial la ciudad de Yungay. En esta fecha no solo debemos tener presente a las casi 70 mil víctimas mortales que dejó el sismo de la tarde del 31 de mayo de 1970, sino también por el hecho de que en cualquier momento se podría repetir una tragedia similar.

Sin ir muy lejos, a lo largo de las última semanas hemos sido testigos de sismos en Puno, Arequipa, Tacna, Lima y Pucallpa, lo que debería hacernos recordar que nuestro país se encuentra en una de las zonas más sísmicas del planeta, algo que por décadas nuestras autoridades parece no haber entendido, si tenemos en cuenta especialmente la permisibilidad para la construcción informal y el uso de terrenos inadecuados.

Lo cierto es que hoy, en 2022, seguimos siendo una población muy vulnerable ante la eventualidad de un sismo, y ni qué decir si este viene seguido de un tsunami. Las ecuaciones están hechas y lo concreto es que cuando se produzca el gran terremoto que los expertos esperan en la costa central del Perú, la tragedia podría ser superior a la padecida en 1970.

Queda poner mucho de nuestra parte para atenuar los eventuales daños, tomar previsiones en casa y responder con responsabilidad ante los simulacros que organizan las autoridades. Esla única forma de salir lo menos afectados posible.

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