Si de Argentina y el Reino Unido (RU) se trata, el asunto de las islas Malvinas ha prevalecido en la relación bilateral recreando un clima de recelo permanente. El golazo de Maradona a Inglaterra en el Mundial de México 86, que está inscrito en el imaginario colectivo de todos los argentinos tanto como los momentos más idílicos de la fundación de la República Argentina, “sin querer queriendo”, solo lo agudizaron. Habían pasado tan solo tres años de la guerra que los enfrentó. Es verdad que no se puede vivir del pasado y menos si este agrietó la relación entre ambos países. En este marco, el presidente Mauricio Macri de Argentina en su reciente encuentro con el primer ministro británico, David Cameron, en el marco de la reunión del Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), le dijo: “Dialoguemos, con nuestras diferencias y nosotros manteniendo nuestros reclamos, pero dialoguemos”. Fue un encuentro fluido y ágil; sin embargo, luego de que Macri marcara la posición histórica de su país, la diplomacia británica en un comunicado hizo saber que “nuestra posición sobre las Falklands (Malvinas) es la misma y el reciente referéndum fue absolutamente claro respecto del deseo de los isleños de seguir siendo británicos”. Esa es la realidad entre ambos países, pero la política exterior de Argentina no puede concentrarse únicamente en las islas Malvinas y eso lo ha entendido Macri, quien ha abierto la cancha ensanchando la agenda de la vinculación con Inglaterra; además, tampoco Gran Bretaña está todo el tiempo pensando en Argentina. Las Malvinas es un asunto muy sensible que exige de la diplomacia el factor oportunidad para que pudiera abordarlo con eficacia.