Aborto, reto monumental

Estoy entre quienes apoyan la despenalización del aborto en casos de violación. Sin embargo, considero que esta no llegará a concretarse por más fuertes que sean los gritos de quienes la defienden. Y menos con amenazas a través de las redes sociales contra quienes se oponen. Es cierto que existe una alianza entre iglesias que rechazan este proyecto y que han logrado un resonante éxito en el Congreso. Pero si uno lee la profusión de artículos que abogan por la despenalización, verá que hay una absoluta falta de perspectiva en muchos de ellos.

Como se sabe, la Constitución reconoce derechos a favor del concebido en todo lo que le favorece. Y la concepción se inicia, para todo efecto práctico, con la unión de óvulo y espermatozoide. Por tanto, no habrá ley que pueda contradecir la Constitución por más “opinión favorable” de organismos públicos, privados o de miles de encuestados. Así, corresponde apuntar a una reforma constitucional que haga posible la despenalización y que además admita la distribución gratuita, por parte del Estado, de la Anticoncepción Oral de Emergencia (AOE) o “píldora del día siguiente”. No hacerlo abrirá la posibilidad de que el Tribunal Constitucional anule cualquier norma aprobada por este o el próximo Parlamento (como ya ocurrió, vergonzosamente, con la AOE, puesto que el Estado no puede repartirla gratis, pero usted y yo sí podemos comprarla en cualquier farmacia).

Ese es el debate de fondo. Y para lograrlo no bastan indignados en las redes sociales, sino ciudadanos decididos a participar en política y pelear por sus derechos. Este 2016 será una buena oportunidad para ello. Será un arduo camino que no conoce de atajos. Los políticos, en su mayoría, continuarán surfeando la ola del statu quo.

Por ello, hagamos que el debate de fondo sea plausible y signifique un avance real para millones de niñas, adolescentes y mujeres con derecho a decidir por sí mismas. Y a quien le afecte religiosamente, que predique en su casa o ante quien se lo pida. Punto.