La presentación de Alfredo Thorne en el Congreso no hizo sino exacerbar los ánimos de la oposición y dejar en claro que no importa lo que un ministro diga en el Legislativo. “Esto es política”, o al menos eso dicen algunos. Thorne fue, ofreció disculpas, explicó y señaló enfáticamente que no había grabado; sin embargo, algún congresista exclamó: “Ahora le toca a Zavala”. ¿Será así?

El partido de gobierno, que realmente no es un partido ni tiene mucho respaldo congresal, encarna, a veces, los intereses de Palacio. De otro lado, pequeños partidos, como Acción Popular o el PAP, votan de acuerdo a la ocasión. Fuerza Popular, con sus 72 congresistas y las órdenes de sus líderes, vota en bloque. Y faltan operadores políticos, desde el Ejecutivo, que logren acercar posiciones, y es de esto que otros se aprovechan.

No son solamente presiones de la oposición. El Ejecutivo se ha equivocado mucho, y ha tenido idas y venidas en temas importantes. No ha logrado comunicarse con sus opositores, ni siquiera en casos sin importancia. Pero eso no es excusa para lo que está pasando en el Congreso.

La oposición ha optado por hacerle “bullying” al Gobierno y hacerse sentir a partir de las interpelaciones amenazando con censuras; si no, miren a Vizcarra, quien tratando de evitar la censura, optó por renunciar.

Si ahora vienen Thorne, Basombrío, García y Zavala, los peruanos, atentos al comportamiento de las fuerzas dentro del Congreso, tendremos una idea clara de la responsabilidad del Legislativo. Thorne no debe renunciar, sino quedarse a ver si el Congreso saca al ministro de Economía “chuponeado” por el Contralor y que ya explicó lo sucedido y ha pedido que confíen en él. Su censura reflejaría claramente hacia dónde va el Congreso y, obviamente, la oposición.