El triunfo aplastante de Boris Johnson en las elecciones del Reino Unido del jueves tiene ribetes doblemente históricos. Primero, porque desde los tiempos de Margaret Thatcher, hace tres décadas que el viejo partido de los "tories" no apabullaba de esta manera, con tanta contundencia, a su clásico rival, el Partido Laborista. Simplemente, lo arrolló, lo pasó por encima. Y segundo, porque esta victoria con ribetes de masacre electoral, abre las puertas, ahora sí, para el cumplimiento del Brexit, la salida de la Gran Bretaña de la órbita de la Unión Europea y su ya empalagoso talante socializante. Meta largamente postergada por las maniobras de los europeístas que intentaron, hasta el final, retener a los británicos en el seno de Bruselas haciéndole la vida imposible a Theresa May. Entre tanto, Donald Trump inmediatamente felicitó a Johnson y auguró grandes tiempos para ambas potencias con un inminente acuerdo comercial que superará, con mucho, cualquier trato con la Unión Europea, como aseguró el propio mandatario norteamericano.

Tremendo ejemplo de democracia que nos acaba de dar Gran Bretaña. Se tomaron algunos años y varios procesos eleccionarios, pero al fin lograron la mayoría para sacar el Brexit luego de varias interacciones democráticas. Nadie pateó el tablero y se dio la solución civilizadamente, respetando la división de poderes y los estamentos establecidos, tomándose el tiempo que se tenían que tomar para que el proceso decisional de todo un pueblo, asiente debidamente. Ni la reina Isabel, con su enorme autoridad moral, sobrepuso su voluntad a las instituciones. ¡Cuánto que aprender por esta parte del mundo! En particular, en el Perú, que se precia de estar listo para alternar en el exclusivo club de la OCDE. Por desgracia, nuestro tercermundismo dista mucho de ser solo económico. Es también cultural, dentro de lo cual, está la cultura política.

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