Aunque le parezca increíble es ahora Venezuela, uno de los países más ricos del mundo por contar con inconmensurables cantidades de petróleo, el que acaba de comprar este recurso natural apreciadísimo en el planeta a EE.UU., su mayor dolor de cabeza en la política internacional del continente.

Es la primera vez que el gobierno chavista realiza tal insospechada gestión que desnuda el tamaño de la crisis del país, cuyo gobierno ha descuidado sobremanera el desarrollo de tecnologías en las refinerías que cuenta para obtener un petróleo bastante refinado, y por tanto, también sus derivados de alta calidad, que le permita ser competitivo en el mercado internacional.

Por lo visto, la Venezuela de Nicolás Maduro no es capaz de realizar por sí misma este proceso de alta ingeniería que permita diluir importantes volúmenes de crudo pesados. La producción de petróleo a la fecha oscila en los 2.7 millones de barriles diarios que para un país dedicado centenariamente a su explotación, resulta aún bajo respecto de los niveles a que estaba acostumbrado en el pasado, siempre superiores a los 5 millones de barriles.

El gobierno descuidó dramáticamente la principal fuente de sostenimiento del país, confirmando la ausencia de una visión de Estado debidamente orgánica y estructurada. Esta compra inusual se produce cuando EE.UU. ha terminado empoderándose en esta materia en el mercado internacional gracias a la operación bisagra, una práctica con alta tecnología que le permite obtención de petróleo a costos muy bajos.

La penosa situación respecto del crudo vuelve al régimen más vulnerable en un momento en que surgen los pedidos de que acabe cuanto antes el régimen chavista.