Mientras el ciudadano de a pie se queja de la inseguridad en las calles que se traduce en asesinatos, asaltos, arrebatos, robos a casas y extorsiones, el Ministerio Público, uno de los puntales en la lucha contra estas lacras, anda enfrascado desde hace varios años en luchas internas y pugnas por el poder que lo mantienen de espaldas a la gente que sin duda quisiera ver en los magistrados un trabajo eficiente y oportuno.

A la señora que le asaltan a su hijo a una cuadra de su casa o a ella le arrebatan el celular cuando sale al mercado, qué le puede interesar una fiscal de la Nación y un grupo de asesores tratando de ajustar a congresistas en falta para asegurar su permanencia en el cargo, o que haya fiscales como Rafael Vela o Domingo Pérez que más se la han pasado en televisión que trabajando de forma eficiente para mandar a la cárcel a tanto político ladrón que hoy se sigue riendo de la justicia.

El Ministerio Público le ha fallado al ciudadano, que es a quien en teoría se debe. El trabajo se ha desvirtuado, por lo que desde el lunes último estalló el escándalo que salpica a la fiscal de la Nación, Patricia Benavides -justo cuando se manda a su casa al sancionado Vela, el jefe de los fiscales que no han logrado una sola sentencia contra algún corrupto, algunos confesos como Susana Villarán-, hemos pedido la renovación total de dicha institución.

Acá no hay santos, ni víctimas ni victimarios, todos han fallado y deben irse a sus casas siguiendo los cauces de la legalidad. El gusto por el poder de unos y el ineficiente y abusivo trabajo ideologizado de otros, han hecho que el Ministerio Público no esté al servicio del ciudadano que lo único que ve es a fiscales soltando a delincuentes como sucedió en su momento con “maldito Cris” o persiguiendo a valerosos policías que cumplen con su trabajo de usar sus armas de reglamento cuando es necesario.

Si ya teníamos un Congreso para el olvido, un panorama similar se ve en el Ministerio Público, que vive una tremenda crisis que no solo está en la cabeza, sino en las diversas instancias, todo esto mientras los hampones y sinvergüenzas, los de chaira y verduguillo, y también los de cuello y corbata, deben estar muy felices viendo cómo quienes deberían investigarlos y perseguirlos, andan en sus propios ajustes de cuentes.

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