Hace unos meses, los peruanos nos dimos con la grata noticia de que el papa Francisco vendría a visitarnos. Como la Iglesia ha sido en gran parte la que ha guiado los valores de mi vida y provengo de un colegio católico, cada vez que ha estado el Papa en Lima he ido a verlo. Para ello he hecho colas por horas, me he muerto de calor y, obviamente, me he apachurrado en medio de la multitud. Siempre que lo he visto me he sentido más cerca de mi religión y me he preguntado, no sin antes pedirle “alguito”, qué se sentirá tener las ilusiones y los pesares de tantas personas sobre sus hombros.

Esta vez el Papa es argentino, latino y de acá nomás, ¡algo nunca visto! ¡No me lo pierdo!

Pero en lugar de esta ilusión, que en otros es incluso devoción, se ha armado una discusión que nadie entiende a qué se debe. Esta tiene que ver, parece, con definir dónde será la misa que dará el Papa para los fieles limeños.

Se barajan, por supuesto, mediáticamente, la Costa Verde y la Base Aérea Las Palmas. Y han opinado muchos que no tienen ni arte ni parte en la visita, pues parece que hay egos y hasta enconos en juego.

Lo único que debe quedar claro es que solo hay dos competentes para la visita papal, el Ejecutivo y la Iglesia, representados por el ministro Grados y el Cardenal, o a quien la Iglesia designe. Ellos deben organizarla discutiendo al interior de sus entidades y comunicarnos sus mejores decisiones, no preguntarnos qué nos parece. Ellos son los responsables.

Ojalá sean estos los únicos pleitos; los peruanos queremos ver, en forma segura y ordenada, al Santo Padre, y no estar metidos en discusiones que no corresponden.