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Al parecer, un sector importante del funcionariado humalista permanece en el Estado ahora que se ha inaugurado el nuevo gobierno. El hecho de hablar de un “funcionariado” humalista es ya un problema mayúsculo. Los funcionarios administrativos, los servidores públicos, tienen que ser imparciales, objetivos en la medida de lo posible, no partidistas y ajenos a las vendettas privadas y públicas. La supervivencia de un funcionariado nadinista perjudica a PPK, porque abre un gran flanco de acusaciones que no tienen nada que ver con su propia gestión. Más aún cuando el Premier, durante su discurso de investidura, ha repetido tres veces (como Pedro, cuando negaba) que no hay un pacto entre PPK y los Humala.

Heredar un Estado no implica legitimar como propios los problemas del gobierno anterior. Muy por el contrario, gran parte de la gestión de un nuevo gobierno parte del adecuado diagnóstico que este debe hacer sobre lo que recibe en sus manos. Lo que han recibido los ministros de PPK es un Estado ineficiente y una planilla dorada de viceministros y mandos medios cuya única competencia es la sed de venganza personal o política.

El Presidente y sus ministros, todos nuevos menos uno, bien harían en examinar la necesidad de alimentar el alien humalista que en cualquier momento explotará en sus pechos ensuciando al Gobierno con el ácido del pasado que se prolonga en el presente. La luna de miel dura todavía. Pero pronto los espasmos del ayer, las criaturas de las agendas y los engendros de la “luz verde” echarán a perder el esfuerzo de los nuevos ministros.

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