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Cuando el fujimorismo aún no se recupera del shock emocional producto de la prisión preventiva contra Keiko Fujimori y la anulación del indulto del expresidente Alberto Fujimori, la tensión y las confrontaciones arrecian al interior de Fuerza Popular.

Ayer, la congresista Úrsula Letona, una de las más connotadas representantes de la mayoría del Legislativo, renunció a su bancada luego de que Yeni Vilcatoma pidiera su expulsión. La exportavoz de Fuerza Popular no tuvo demasiado margen para contradecir a su colega y consintió el pedido. Pese a que era parte del dispositivo de poder del fujimorismo en el Congreso, dio un paso al costado, no sin antes puntualizar que su bancada ingresó a un “círculo vicioso de confrontación”.

Con su lideresa en prisión, parecería que la incertidumbre y la crisis de comunicación están erosionando al otrora monolítico partido fujimorista. Además, el individualismo y el afán de protagonismo dan pie a dejar de lado la unión y la integración. Cuando no hay mucho tiempo para pensar qué hacer ante las urgencias y no aparecen las respuestas, se genera rápidamente un ambiente hostil.

El fujimorismo está en una encrucijada. Hace dos años, tenía un respaldo multitudinario en todo el país. Hoy por hoy, ese magnífico apoyo, que le permitió ganar 73 curules de 130, se ha reducido considerablemente. Sin embargo, lo peor es que las pugnas al interior de la bancada pueden llevarlo a la atomización: una pésima señal de cara a los próximos retos electorales.