Desde hace años, cuando se fue imponiendo el mercantilismo y en vez de recordar y celebrar el nacimiento de Cristo se hacía más y más campaña acerca de los maravillosos televisores o los divertidos juguetes que regalaríamos a los nuestros, se instaló como respuesta un lema que nos ha hecho reflexionar más y más acerca de la fecha y volver a la razón de ser de la Navidad: el nacimiento de Jesús, Dios y hombre a la vez, en quien millones de millones de cristianos depositamos nuestra fe y cuyo mensaje de paz y amor es respetado incluso por quienes profesan otras religiones.

Pero desde hace por lo menos 70 años, desde la derrota de los totalitarismos como modelos válidos, América Latina decidió que su camino era el de la democracia, aquel sistema que conjuga la libertad, la igualdad y la dignidad, ya que no hay modelo más cercano en política al del mensaje del Salvador que aquel de la democracia. Ya nos lo dijo con toda claridad Juan Pablo II, porque en él esa libertad y esa igualdad, que conforman la dignidad de la persona, se ven reconocidas al máximo.

Por eso es que resulta claro que no puede haber Navidad en un país democrático cuando allí hay presos políticos, como pasa en la Venezuela de Maduro, desconociendo además la clara voz del pueblo, que no ha dicho suavemente, sino que ha dado un grito desgarrador para recuperar la libertad que le ha sido arrebatada.

Si los países que nos decimos hermanos no ayudamos a los venezolanos en este momento, con actitudes firmes, entonces no habrá Navidad ni democracia en nuestro continente, porque Satanás estará presente con sus presos políticos y con sus trampas para desconocer la voluntad popular. ¿Seguiremos dejando que eso pase?

Libertad para los presos políticos en Venezuela esta Navidad.