Mientras Pedro Castillo y Betssy Chávez purgan prisión preventiva por el golpe de Estado del 7 de diciembre último, en que pretendieron cerrar el Congreso y adueñarse del sistema judicial en su totalidad, el que anda libre y muy feliz es Aníbal Torres, en ese momento asesor de la entonces premier y hasta días antes jefe del gabinete ministerial, quien estuvo en el Despacho Presidencial al momento del anuncio del quiebre constitucional.

Sin duda este señor tiene por ahora mucha suerte. Personajes tan limitados en lo profesional y político como Castillo y Chávez, ambos famosos por sus tesis plagiadas, jamás pudieron ni siquiera haber redactado el proyecto de decreto ley con que se daba forma al golpe. Es evidente que alguien al menos “pensante” tuvo que meter la mano en esta acción ilegal, y las miradas apuntan a Torres, el que anda libre como si nada.

Recordemos que días antes del golpe, Torres se coludió con Castillo y el resto del gabinete ministerial para asumir, porque así se les ocurrió, que el Congreso les había denegado la confianza por un proyecto presentado que ni siquiera fue sometido a votación, con lo que se acercaban a la posibilidad de cerrar de forma “legal” el Congreso. Ya el Tribunal Constitucional ha dicho que esa intentona era un mamarracho al margen de la ley, pero queda claro cuáles eran las intenciones.

Antes, Torres se portó como un verdadero incendiario decidido a fomentar, irónicamente desde su casa de San Isidro, el odio y la división entre los peruanos, especialmente en los llamados Consejos de Ministros Descentralizados que no sirvieron para nada, salvo para fraccionar más al país. ¿O alguien ha visto alguna obra o la ejecución de una política pública que haya surgido de esos encuentros que nos costaron bastante plata a todos los peruanos?

Todos los responsables del último golpe de Estado de nuestra historia deberían asumir su responsabilidad ante la ley sin cobardías, ni amparados en supuestas dolencias físicas o su avanzada edad. No se puede pretender dar una patada al estado de derecho y a la legalidad, para más tarde decir “conmigo no es porque soy un adulto mayor, tengan piedad de mi”. Ningún golpista puede venir a burlarse de los peruanos.



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