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Hoy es el cumpleaños de Keiko. El regalo que más quiere es la cabeza de Kenji en bandeja de plata, con las de Bocángel y de Bienvenido. Sus congresistas buscan a toda costa conceder su deseo, pero cuentan los votos en una pizarra como la de Frank Underwood. Buscan aliados de turno, como en Nuevo Perú -un acercamiento solo por conveniencia-, APP -expertos en jugar a dos bandas- y algo del ala aprista de Mulder. Pero el regalo tiene la condición de blindar a Mamani, considerado como un “héroe” por Fuerza Popular. Gracias a él, Keiko ganó la batalla contra PPK; asimismo, de paso, le bajó el moño a Kenji y, por extensión, a su padre Alberto. Keiko podría tranquilamente hoy descorchar un champán con Mamani, ya que le debe haber recuperado el liderazgo naranja que Kenji estuvo a punto de arrebatarle. Maritza García, del grupo de los kenjistas, ha lanzado la idea de la suspensión por 120 días para los tres; ello como para calmar la revancha que Keiko busca a toda costa cobrarse con hermano y padre. Kenji acaba de cumplir 38 años, está contra las cuerdas y su regalo podría ser quedarse sin curul. “Kenjito”, como le decía su padre al cantarle el Happy Birthday el pasado domingo, ya logró su más grande objetivo en la política: sacar a Alberto de la prisión. Eso es lo que, en el fondo, enfurece a Keiko. Que la haya vuelto a relegar al status de hija, cuando la que lideraba el fujimorismo era ella. No deja de sorprender que el antifujimorismo acompañe la causa de Kenji, que en realidad es Alberto. Ese curioso y desmemoriado “anti” es un antikeikismo, con un pedazo de la torta electoral más grande en su contra.