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No me preocuparía mucho por el presagio de inestabilidad política, adverso a la inversión privada y todo aquello negativo que acompañe al clima de turbulencia, que origine este proceso de adelanto de elecciones. No hemos vivido acaso en ese clima desde que Keiko Fujimori y Fuerza Popular perdieron las elecciones. No ha sido solo el ánimo de venganza o una derrota mal digerida la causa de este conflicto permanente. Es la supervivencia de la que ellos mismos hablan. El hecho de que el Ejecutivo se haya colocado del caso de la lucha contra la corrupción y la mayoría del Legislativo del otro lado porque sus principales líderes están involucrados. Todo lo que hoy se diga son palabras huecas, excusas y coartadas sin importancia. Que el Presidente ya se cansó y que el Ejecutivo es incapaz pueden serlo, pero qué gobierno no lo es en algún momento. Lo sustantivo de esta decisión, por más costosa que parezca y complicada que resulte, es que desde que comenzó este gobierno y hasta que no termine habremos estado perdiendo el tiempo en unas relaciones imposibles en las dos instituciones más poderosas del Estado. Nada ni nadie nos va a garantizar que las elecciones adelantadas nos entregarán gobernantes mucho mejores que los actuales. Ni que no caeremos en las garras del comunismo chavista, de los caviares y otros cucos con que nos asusta el fujiaprismo. Suficiente será con que no esté la clase política hoy embarrada por la corrupción de “Lava Jato” y similares. Los que hoy vaticinan un cataclismo, más que un pronóstico lo que hacen es manifestar lo que desearían que suceda, porque es probable que a muchos de ellos, sin inmunidad, blindaje y el poder, la cárcel les espera.