La antigua Ceilán, Sri Lanka desde 1972, que significa “tierra resplandeciente” en sánscrito, Estado asiático ubicado al sureste de la gigante y continental India, vive desde ayer horas de crisis política en desenlace por la renuncia de su presidente, Gotabaya Rajapaksa, y de su primer ministro, Ranil Wickramasinghe, anunciadas en la víspera, sin escapatoria por su fracaso para superar la grave situación económica que afronta el país -sin alimentos, aumento del combustible y sin divisas-, luego de que miles de sus habitantes asaltaran el palacio presidencial -antigua sede del parlamento ceilandés- en Colombo, la capital comercial de esta nación asiática que alcanzó su independencia del Reino Unido en 1948 -los portugueses fueron los primeros en llegar a la isla en 1505- de solamente 65,6107 km2 y con una población que llega casi a los 21 millones de habitantes -con alta densidad poblacional: 323 habitantes por km2-   y que está separada de Nueva Delhi por el estrecho de Palk, espacio geográfico en pleno Golfo de Bengala, dominado por el Océano Índico.

Al cierre de esta columna no se sabe cómo habría seguido el destino político inmediato de este país insular cuyo gobierno era considerado entre los últimos en el mundo con un régimen socialista en pleno siglo XXI. La escasez y el encarecimiento que se vive en diversas partes del planeta está pasándole la factura a los países más vulnerables por las ineptitudes de sus gobernantes y en este país meridional donde la división religiosa está constituida por budistas (69 %), hinduistas (16 %), musulmanes (7,6 %) y cristianos (7,5 %), está claro que la gente se ha cansado de sus políticos y muestra su hartazgo de diversas maneras.

Las imágenes de ayer del ingreso masivo de la población en la residencia del mandatario y los chapuzones en la piscina, símbolo de la opulencia y la frivolidad gubernamentales, han sido captadas por la prensa internacional que no ha dudado -como corresponde-, un solo instante en mostrarlas a la comunidad internacional. Nadie sabe dónde se encuentran el presidente y el primer ministro, pero sí que no desean que continúen al frente de los destinos de este país conocido por sus grandes elefantes y que cuenta 8 lugares declarados por la UNESCO como Patrimonio Común de la Humanidad pero que penosamente sigue con una inflación en alza imparable.