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Haber jugado un mundial después de más de 36 años nos hizo ingresar a una etapa en la que, de alguna manera, todo se presentaba como nuevo. A eso se le suma la eventualidad de que Ricardo Gareca renovó su vínculo con la selección, extendiendo un proceso que identificamos como saludable. Entonces, tenemos una selección con una base mundialista y un comando técnico que conoce bien a esa selección. En ese escenario, las exigencias del equipo son otras, al igual que las metas, y las nuestras -como espectadores, hinchas o periodistas- también deben serlo.

El último jueves asistimos a lo que podría definirse como una insana costumbre. Perú ganaba un partido que terminó perdiendo por errores que no son nuevos y al decir que no son nuevos no nos referimos al pasado inmediato, sino a inicios del primer proceso de Gareca. La incapacidad para sostener un resultado quedo manifestada una vez más. El equipo de Gareca se muestra ordenado, pero la armonía de ese estado de gracia parece alcanzar un límite y la torpeza nos termina venciendo. Es en el empate de Holanda, en esa salida en falso por el medio, cuando Aquino pierde la pelota, que se desnuda nuestra verdad, la misma que nos costó el partido contra Dinamarca, la misma que nos despidió del Mundial ante Francia. Ya no podemos hablar de circunstancias, sino de errores replicados.

Hemos entrado a una etapa en la que debemos empezar a sacudirnos de argumentos que, si antes no tenían cabida, hoy ya carecen del mínimo sentido. Los triunfos morales no valen nada en el fútbol, ni siquiera a manera de consuelo. La tara de la clasificación imposible ya quedó atrás con la presencia en Rusia 2018 y si alguna vez desarrollamos un complejo de inferioridad, este debe erradicarse de lleno cuanto antes, argumentos tenemos y suficientes. Decir que perdimos contra Holanda por la grandeza de su historia o el brillo de sus pergaminos es una tontería, caímos ante una modesta selección que incluso es menos competitiva que la que no pudo clasificar a Rusia, y perdimos porque nos equivocamos, cometimos errores que no son nuevos.

Estos partidos deben servir para eso, como el de hoy ante Alemania. Para encontrar la manera de alcanzar una armonía más duradera, proteger la pelota y tratarla con responsabilidad. Saber ganar sosteniendo una ventaja y no perder los estribos cuando se está arriba. Perú ya dejó de ser el equipo que no clasifica, ya se desechó ese pasivo, ahora nos toca crecer.

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