Atención a la indignación
Atención a la indignación

Nadine Heredia continúa con sus actividades oficiales y con desparpajo e inconsciencia señala que no le preocupan las denuncias, porque eso lo ven sus abogados que han ganado el hábeas corpus para truncar la investigación. Craso error, lo que está en discusión no es solo legal, es la percepción social de corrupción y de malos manejos de dinero por Ollanta Humala y su mujer, por hechos que en profusa cascada de acciones y omisiones afectan a los políticos y a las instituciones. Lo grave es que aparentan no darse cuenta. Viven en otro mundo en el que su presunto liderazgo sigue intacto.

Pedro Cateriano abandonó el Congreso por falta de quórum para su pedido de facultades delegadas, luego se victimizó y presentó sus pedidos en TV amenazando al Parlamento. Solórzano, incompetente seguidora de instrucciones sin iniciativa propia, no pudo evitar la colisión de poderes. Así, Ejecutivo y Legislativo se alejan irresponsablemente de la gente cada vez más molesta. Olvidan que esa indignación podría convertirse fácilmente en expresión política eficaz de reivindicaciones, como sucedió con la “Ley Pulpín”, cuando jóvenes exasperados hicieron retroceder en las calles al gobierno y al Parlamento. No existen para algunos políticos las contradicciones ni los conflictos acumulados en este periodo por falta de liderazgo e ineptitud. Ollanta Humala se distancia del sentido común de la gente sin rectificar ante el deterioro de su imagen en las encuestas. No puede imaginar la indignación como factor protagónico que puede cambiar escenarios electorales, como sucedió en España y en México. Cuando la política es considerada buena para la gestión de negocios y la repartija de prebendas individuales y de grupo, pero no para escuchar cumplidamente al pueblo.

Humala continúa malbaratando su limitada reserva de legitimidad y acelera el agotamiento de los recursos de la democracia mientras la calle cuestiona a los partidos políticos, las instituciones públicas, los poderes del Estado y los poderes mediáticos. Se les reclama por la perdida conexión con la utopía y el cambio social. Pero ellos siguen con sus medias verdades. Que tengan cuidado con el zarandeo o la prescindencia de la indignación, el descontento existe y está en las redes sociales y en las organizaciones que en algún momento querrán responder al desfase del sistema político y a su insolvencia para gestionar sus demandas. La desconfianza crece y la actitud del avestruz no es una opción.

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