No deben pasar inadvertidas las excelentes declaraciones del Presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Morales, sobre la independencia necesaria que debe acompañar a los magistrados. La distinción entre poder y autoridad es fundamental para comprender el equilibrio               de poder.

La clave de la independencia es la autoridad. La autoridad (auctoritas) ha sido definida, desde Roma, como el conocimiento socialmente reconocido, la sabiduría aceptada por todos debido a una pericia particular. La autoridad otorga independencia porque implica la preeminencia del conocimiento sobre la opinión. El conocimiento objetivo es superior a la opinión individual. Es decir, la sabiduría trasciende y supera cualquier intencionalidad política o mercantilista. Esta es la clave de la verdadera justicia.

De allí que la política ideologizada sea una amenaza para un tribunal independiente. Si la política captura al Derecho, la independencia desaparece. El voluntarismo abusivo, la acción facciosa, el móvil particular y la división propia del poder desbocado mediatizan cualquier intento de lograr un Derecho predecible e imparcial. Por eso es fundamental que la independencia sea protegida afianzando la autoridad, esto es, fortaleciendo el verdadero conocimiento técnico, un conocimiento que es en esencia superior al móvil coyuntural de la política mercantilista. Para eso se hace necesaria una opción real por la meritocracia.

Urge sostener islas de autoridad dentro del Estado. Sin autoridad, la administración pública colapsa. Y por ello es imprescindible apostar por un gobierno de gente preparada, de conocedores de cada sector, de expertos que adquirieron su experiencia en la cancha, no en el mundo etéreo de la consultoría. Solo así tendremos independencia y autoridad.

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