Hace casi 50 años le preguntaron al historiador Jorge Basadre ¿cómo destruir el abismo social en el Perú? El intelectual tacneño respondió: “Tendría que hacerse a través de la justicia social acompañada por un programa de desarrollo del país; desarrollo en el sentido auténtico: riqueza nacional y al mismo tiempo mejoramiento económico, cultural, educacional y cívico del pueblo peruano”. Pasó el tiempo y no se concretó esta premisa. Lo peor es que el tejido social se descompuso y se rompió. ¿Los culpables? Nuestros gobernantes.

Quizá por todo esto la gran mayoría de peruanos está orgulloso por su comida (95%), música y danzas (91%),  historia (79%), arte y literatura (71%), desarrollo del deporte (40%) y hasta el fútbol (39%), según una encuesta de Datum. Por el contrario, está avergonzado del Congreso (81%), Gobierno (76%) y partidos políticos (75%).

Este mensaje es muy claro. Cuando la gente le toma foto a su plato de comida y las sube a sus redes es para sacar pecho por lo mejor que tiene. Cambia todo cuando se habla de política. Se le califica como lo peor. Los ciudadanos están hartos de los que nos gobiernan, de sus componendas, de sus privilegios. Hartos de los corruptos. Hartos de una clase política que solo sirve a sus propios intereses.

Hoy por hoy estamos inmersos en una crisis de representatividad. Los que están en el Ejecutivo y Legislativo nos representan cada vez menos. Los escándalos y actos de corrupción han reemplazado al debate, a las ideas y a la búsqueda de respuestas sobre los problemas que vive la población día a día. Pero ojo que lo que no funciona es esa gente que está en el poder, no el sistema.

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