Con el título ? Pandillas y Pandilleros, Juventud, Violencia y Cultura- se publicó en Ayacucho un trabajo que indubitablemente, es, y debería ser un material de consulta cotidiano ante la vorágine violentista post- guerra interna, además de servir como efecto reflexivo ante su enorme testimonio que atañe no solo a educadores, sociólogos y periodistas, sino, incumbe a todos aquellos ciudadanos que no se aíslan de la problemática social.
De entre diferentes posiciones asumidas por los autores, existe una que marcó para nosotros especial motivo de análisis psico-social desde un modesto punto de vista. La relación existente entre la violencia permanente de los pandilleros y esa suerte de apología a la autodestrucción que trae consigo la música chicha, esa suerte de "felicidad" momentánea ante el consumo de licor acompañado de enormes impulsos conflictivos, predisposición a actos delincuenciales, pavoneo por actitudes ligadas al lumpen, cinismo mal disimulado y adoración, fervor enfermizo y hasta idolatría a la cultura del achoramiento.
Al margen del respeto por las libertades individuales que enmarcan el gusto por la música, resulta necesario señalar algunas frases embadurnadas de apología a la autocompasión y autodestrucción? quiero que sepas que ando tomando en la cantina/ si me emborracho es para olvidarte/ esta mi vida la estoy destrozando/ en cada copa que bebo se va mi vida/ ¡hay ?mi vida ya se va tomando licor. En su página 21 refleja textualmente el libro en mención el enorme apego a la música chicha de parte de una pandillera? Gusto por la música chicha, tecno cumbia de Roy y los Gentiles, Vico, Sombra azul, Infieles, Pascualillo Coronado, Chacalón y el "nuevo huayno" de Sonia Morales, Dina Paucar, Naranjita de Sucre entre otras, escucho chicha y me inquieta?
Muchos especialistas no nos dejarán mentir cuando advertimos enfáticamente sobre aquella dualidad peligrosa de una transmisión directa de lo que algunos sociólogos llaman ?la cultura del achoramiento-, con adolescentes y jóvenes abiertos a impulsar sus falsos valores, dispuestos a blandir puñales y verduguillos, a matar por el gusto simple de matar, a violar, a autodestruirse y finalmente, a seguir delinquiendo ante la pasividad de la misma sociedad? una sociedad que constantemente confunde comprensión con impunidad en estos casos. Si efectivamente la misma sociedad en parte, es culpable por el accionar de pandillas y pandilleros, esto no quiere decir que se cruce de brazos displicentemente.
La música chicha, si bien es cierto es reflejo de una autoexclusión, innegablemente ha sabido calar en el segmento pro-delincuencial y pandillero; allí están sus ritos, sus creencias, la cantina el alcohol, la violencia, las peleas callejeras, la calle, la noche, los asaltos?todo un espacio que termina donde termina la vida de algún inocente, todo una moda atípica envuelta en la miseria material y de moral humana. Realmente un excelente libro que nos regalan Abilio Vergara, Carlos Condori y un conjunto de estudiosos del fenómeno social vigente en Ayacucho.