El bicameralismo es una realidad con la promulgación de la ley de reforma constitucional. A pesar que no será suficiente sin otros ajustes como mencionamos la semana pasada, también es cierto mencionar lo siguiente. El Senado forma parte de una tradición en los textos constitucionales peruanos, como también es cierto que se trata de un Congreso sin tradición de partidos políticos históricos y estables en el tiempo; salvo excepciones que hoy carecen de representación en el hemiciclo o atraviesan una crisis interna de liderazgo. No es un problema menor, pues, sea un legislativo con una o dos cámaras, los partidos son los vehículos que dan vida al hemiciclo confrontando ideas, creando consensos y toman decisiones a pesar de sus diferencias.
Otro problema es olvidar que el Senado es ante todo una cámara territorial. La revisión a los resultados de la regionalización, tras dos décadas de funcionamiento, no son óptimas. Se hace necesaria una reforma que establezca con claridad el reparto de competencias, es decir, cuáles retiene el Ejecutivo, cuáles conservan las regionales y las que ambos van a compartir. Por eso, la elección de los senadores por distrito electoral único debe ser temporal. Una regionalización exitosa promoverá una representación surgida al interior del país, con partidos o movimientos regionales que administren municipios, más adelante gobiernos regionales, que con el tiempo aspiren a una representación ciudadana en la Cámara de Diputados y territorial en un Senado. Un reto a largo plazo por la alta mortalidad de movimientos, partidos y la escasez de líderes políticos en el país.