A diferencia de otros espacios del planeta, para Estados Unidos de América, el continente europeo, reviste de la mayor importancia geopolítica como aliado estratégico clave para sus proyecciones en el espacio vital planetario, merced al importante rol de Europa en la historia de la sociedad internacional.

En efecto, considerando la enorme movilidad de Washington en el globo, buscando afirmar su poder e influencia, el viejo continente le ha servido como soporte para muchos de sus objetivos transatlánticos, por esa razón jamás se le ocurrió desampararlo después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), materializando su mano tendida por el famoso Plan Marshall para su reconstrucción.

Ello explica por qué,  el presidente Joe Biden, se ha propuesto recomponer las mejores relaciones con los países del Viejo mundo, que cuenta coincidentemente a los más relevantes por su gravitación en la política internacional como miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), surgida del Tratado de Washington de 1949, e integrada inicialmente por diez países de ambos lados del Atlántico, esto es, Bélgica, Canadá, Dinamarca, EE.UU., Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido, los que acordaron la defensa mutua en caso se produjera una agresión armada contra cualquiera de ellos.

Biden, además, sabe que gran parte de la existencia de los miembros europeos de la OTAN, está ligada a la seguridad que Washington le ha venido brindando desde su creación. Alemania, Francia, Italia, España, etc., tienen claro que jamás Rusia o China serán los aliados idóneos para su desarrollo como bloque o como soberanías individuales.

Son conscientes que desde que dieron vida a la OTAN, había llamado la atención de la entonces Unión Soviética que buscando promover un contrapeso a la alianza, en 1955 lideró la creación del Pacto de Varsovia.

Biden sabe que EE.UU. no puede perder de vista a la OTAN que, ninguneada por Trump, y resentida en consecuencia -es el caso de Alemania-, voltearon su mirada hacia Moscú -por el gas- pero eso debe acabar. Europa -esta vez contando al Reino Unido- necesita de Washington que será su mayor garantía ante cualquier amenaza euroasiática.