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La situación en Venezuela obliga a tomar decisiones efectivas desde la comunidad internacional que impacten y afecten al régimen de facto de Nicolás Maduro; de lo contrario, seguirá afirmando su plan político para perpetuarse en el poder. Si acaso se tenía duda acerca de la ilegitimidad, ilegalidad e inconstitucionalidad del Gobierno de Maduro -con creces las tuvo desde que asumió el poder a la muerte de Hugo Chávez (2013) y las reconfirmó al deshacerse de la Asamblea Nacional (Parlamento venezolano) que limpiamente la oposición ganó liderarla en las elecciones de 2015-, la farsa eleccionaria del último domingo ha consumado, en modo indubitable e inoponible por donde se lo mire, su condición de régimen de facto. Ahora, entonces, sin reconocimiento internacional, lo que corresponde a la región principalmente es encimar con todo al Gobierno madurista, a estas alturas convertido en un Estado paria, es decir, aislado de la comunidad democrática internacional. Una primera expresión de esa actitud colectiva -pura política internacional principista como en los mejores tiempos del panamericanismo del siglo XX- será decidir el bloqueo continental a Venezuela. Será darle en la porción más vulnerable a la dictadura. Ese nivel de presión en el siglo XXI es letal, sino miremos cómo Corea del Norte e Irán en los últimos tiempos, más allá de la cambiante coyuntura, se debieron doblegar por el tamaño de los efectos de las sanciones económicas impuestas por Occidente. El pueblo venezolano no debe preocupar, porque están desesperados por cada día que Maduro sigue al frente del país. Solamente así las fuerzas endógenas se volverán contra Maduro y la cúpula militar que lo sostiene, amparadas en el derecho de rebelión (artículos 333 y 350 de la Constitución). No hay mal que dure mil años. Esta medida siempre será la correcta, pues avalar una invasión militar sería muy riesgoso y un mal precedente para la soberanía de los Estados, que debe ser preservada incólume. Finalmente, las medidas diplomáticas que se puedan decidir, lamentablemente Maduro -quien acaba de recibir nuevas credenciales- las seguirá ninguneando.