Las encuestas daban ganador al NO en el referéndum del último domingo en Bolivia que buscaba consultar a la ciudadanía si estaba de acuerdo con modificar el artículo 168° de la Constitución para permitir una nueva reelección del presidente Evo Morales (2019-2025). Los resultados oficiales al 100% aún no se saben; sin embargo, las informaciones preliminares confirmarían el triunfo del NO. Evo, quien desde que llegó al poder en 2005 todo lo ha ganado, está vez habría consumado una estruendosa derrota. “Si pierdo me voy feliz...”, había dicho el presidente, pero no creo que sea verdad. Morales, como muchos otros caudillos en América Latina, se ha acostumbrado al poder que lo ha obnubilado. Si los resultados son confirmados por el Tribunal Supremo Electoral, le va a doler en el alma. Evo ya había empezado a creerse mesiánico, un mal de los que detentan el poder por muchos años en nuestra región. Sus últimas declaraciones lo estaban llevando a un estado febril al considerarse imprescindible para el destino de su país. Hace poco dijo: “Me dijeron que solo yo garantizo que los neoliberales no vuelvan” y se lo creyó. Nadie discute el éxito del crecimiento económico de su gobierno. Morales ha demostrado que para ser presidente no hay que ser erudito, solo inteligente y tener buen criterio. Creo que la gente no está contra Morales. Lo que quieren es que haya alternancia en el poder, una regla básica de la democracia y esa sería la lectura de los resultados del referéndum. Me enseñaron desde pequeño que nadie es imprescindible. Morales no lo es. Si más adelante quisiera volver a postular -lo que tampoco sería lo ideal-, podría lograr resultados favorables.