Mañana se producirá el punto culminante del proceso eleccionario brasilero que confronta a Jair Bolsonaro y Luis Lula Da Silva. Para añadirle sabor a la contienda, es crucial saber que ambos llegan con la misma intención de voto de las principales encuestadoras. A lo que hay que añadir algo que ya se presentó en la primera vuelta: el impacto del voto oculto. Un voto escondido que está vez obra en manos de los electores bolsonaristas dado que su candidato carece del sex appiel político de Lula y por el contrario ha sido objeto de intensas campañas de contra marketing desplegadas por intelectuales, políticos y medios de comunicación contra el actual presidente. Por esta razón es que aparecieron votos bolsonaristas evitando la tan anunciada paliza que toda la izquierda latinoamericana esperaba celebrar con un apabullante triunfo lulista en primera vuelta.
Importa saber también que un triunfo de Bolsonaro equilibraría demográficamente a Latinoamérica dado el peso de los 200 millones de habitantes de Brasil (35% de América latina). Se sabe que Lula está fuerte en el noreste y Bolsonaro en el poderoso sur, pero hay indicios sólidos de que el rico estado de Minas Gerais podría volcarse al apoyo a Bolsonaro con sus 22 millones de habitantes. Sin embargo, un triunfo de Lula consolidaría un apabullante vuelco a la izquierda de latinoamericana. Y aunque el Lula que viene estaría dando señales, quizá por los años, de ajustarse más a la ortodoncia económica su sola presencia envalentonaría a otros gobiernos de izquierda empujándolos a la irresponsabilidad.
Visto de esta manera, el pueblo brasilero se verá confrontado a dos antítesis de visón de gobierno, que el habla común ha venido a decantar cómo izquierda o derecha, o progresismo vs. conservadurismo. Pero hay más. Nao será sólo una confrontación de candidatos, sino de paradigmas. Por todo esto, y por tratarse el coloso sudamericano, estas elecciones son la verdadera “joya de la corona” de la democracia latinoamericana.