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La Cámara de Diputados del Congreso brasileño logró más de los 342 (367) votos necesarios para la admisibilidad en el Senado del proceso hacia un juicio político a la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff. Los 513 diputados escenificaron una votación exacerbada donde el Parlamento parecía un rin de box, con insultos y gritos de ida y vuelta por el éxtasis político. Ahora, Rousseff, la primera mujer presidenta del gigante sudamericano, ha quedado en manos del Senado que en las próximas dos semanas deberá debatir la conveniencia o no de iniciar un juicio de destitución propiamente dicho. En lo inmediato se formará una comisión en el Senado que liderará los debates por el referido lapso, luego del cual pasará al voto de sus 81 miembros quedando abierto el juicio político si acaso es aprobado por una mayoría simple de sus integrantes. En ese caso, Dilma Rousseff será apartada del cargo por 180 días como máximo y quedará en la calidad de presidenta suspendida para facilitar la investigación por el delito de responsabilidad fiscal que se le imputa al haber alterado y maquillado las cifras del presupuesto nacional y sin contar con la aquiescencia del Congreso que jamás las aprobó. Será, entonces, el vicepresidente Michel Temer, exaliado y enemigo político de Dilma, quien se encargue de la Presidencia. Al final de la investigación, el Senado dejará al voto la destitución de Rousseff, en cuyo caso deberá conseguirse los 2/3 de sus miembros (54) para declararla constitucionalmente destituida. Este patético final político podría evitarlo con la renuncia como lo hizo Fernando Collor de Mello en 1992.                                                                                                                                            

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