Es conocida mi posición sobre la revolución de Juan Velasco Alvarado para el país, ya que un día como ayer, el 3 de octubre de 1968, lideró un golpe militar contra el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry (1963-1968). Lo leí y mucho, y también aprendí de él por el embajador Gonzalo Fernández Puyó y el general Edgardo Mercado Jarrín, mis maestros, sacando luego mis propias conclusiones. Por esa razón, esperé con muchas ganas el programa Sucedió en el Perú de TV Perú (Canal 7) y debo decir con enorme complacencia que es la primera vez que veo un enfoque objetivo, directo y pedagógico sobre la personalidad de un soldado que llegó al grado de general del Ejército y de allí saltó a la jefatura del Estado. Velasco fue admirable por llevar adelante la reforma agraria, que nadie hasta ese momento se había atrevido a consumar, con la tesis “La tierra es para quien la trabaja”, con la cual cambió en plena República -y en un santiamén- el sistema virreinal sobre la tierra, establecido por el Consejo de Indias de la Corona española; es decir, de los corregimientos y las encomiendas, cuyos herederos durante la República fueron los terratenientes, latifundistas, minifundistas, hacendados y cacicazgos, a los que atendían servilmente los caporales y los capataces hasta fines de los años sesenta del siglo XX. Velasco fue detestable porque no lo hizo por la vía democrática. Tiró al tacho el Estado de Derecho y confiscó los medios de comunicación -como el emblemático diario Correo- a sus legítimos propietarios y persiguió a quienes pensaban distinto. Si Velasco se hubiera rodeado de una verdadera tecnocracia, que apostara por una economía social de mercado, y no hubiera sido embrujado por Fidel Castro, otro hubiera sido su legado. Se juntó con los camaradas de la izquierda peruana, quienes a su caída lo negaron como Pedro a Cristo. Cambió las estructuras del país, por ello los herederos de la República Aristocrática del siglo XIX lo condenaron hasta mancillarlo, lo que hoy muchos repiten como letanía sin conocerlo. Por él tenemos hoy embajadores y generales del pueblo. Marcó la historia del Perú reciente, su entierro fue apoteósico y fue el nacionalista que nunca tuvimos.