En los albores del siglo XX, una nueva creación del ingenio humano vería la luz transformando radicalmente el mundo y las distancias. Con esto, los obstáculos dejan de ser barreras marcando los tiempos y los plazos. Las guerras tampoco serían las mismas.

Las lecciones de la Primera Guerra Mundial y el descubrimiento de las nuevas posibilidades del avión abrieron otra dimensión para el combate. La evolución de la aviación continúa y un joven nacido en las tierras soleadas del puerto de Pimentel, José Abelardo Quiñones Gonzales, descubre su vocación aeronáutica.

De la historia rescatamos que la forma exterior de los héroes depende de la época y el ambiente en que viven. José Quiñones no es héroe de un combate naval en situación de desventaja como Miguel Grau, ni de una batalla en inferioridad de condiciones como Francisco Bolognesi, porque no sólo es indispensable un combate o una batalla en esas circunstancias, como oportunidad para apreciar a los grandes hombres. El vertiginoso desarrollo de la aviación de mediados del siglo pasado es la época, y la guerra aérea el ambiente para que el gran hombre predispuesto a obrar victoriosamente perdure en el tiempo. El conflicto con el Ecuador sería el escenario.

A las 06:45 del 23 de julio de 1941 parte la escuadrilla, y Quiñones va camino a la gloria. El aviador, el joven, enfrenta su destino seguro de su impotencia y persevera en ella sin sombra de esperanza. Un nido de ametralladoras impedía el avance de nuestras tropas.

Con valor hace de su vida y su aeronave un emblema de heroísmo y terror para sus enemigos. Alcanzado por las balas e incendiada su aeronave, aunada su decisión y la proximidad de la muerte, vio acortado su vuelo por la inminencia del impacto. Comprendió que era la hora de sucumbir, afirmó en su mente la bandera cuya honra defendía y surgió el alma grande e inmortal que trasciende la divina significación de la vida para reventar como la tormenta.

Sus restos fueron entregados en una urna a nuestro cónsul en Guayaquil por el coronel ecuatoriano Octavio Ochoa, con las siguientes palabras como testimonio: “A nombre de las fuerzas ecuatorianas entrego a la Fuerza Aérea Peruana, los restos de quien supo honrar a su patria, a su pueblo y a sus Fuerzas Armadas: Mi pueblo rinde homenaje al pueblo peruano dignamente encarnado en la figura heroica de José Abelardo Quiñones Gonzales”.

En esta conmemoración debemos recordar: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos y los que se apoyan en sus tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir”.

¡Feliz día Fuerza Aérea del Perú!

TAGS RELACIONADOS