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El accidente del último martes en el serpentín de Pasamayo, en Lima, que costó la vida de casi 50 personas, pone de nuevo sobre el tapete la peligrosidad de las carreteras en nuestro país.

“Que clausuren vía maldita”, han pedido algunos en las redes. Es evidente que el tema es muy sensible, pero si cerraran Pasamayo, tendrían que cerrar muchas carreteras en el interior del país, como las del centro, que son de más alto riesgo, ya que son de un solo carril y casi todas sin asfaltar. Es evidente que en época de lluvias son trampas mortales. Por eso, los muertos son centenares año tras año en estas regiones.

Unas estadísticas de Bloomberg, con datos de la OMS, ponen al Perú entre los diez primeros países con las carreteras más peligrosas del mundo. Lo anteceden Tailandia, Sudáfrica, Malasia, Brasil, China, Rusia, India, Colombia e Indonesia.

Es cierto que lo accidentado de nuestra geografía agrava este panorama, pero también hay que precisar que nuestras autoridades no han hecho mucho por resolver esta problemática.

Por ejemplo, el mismo día del accidente de Pasamayo, 12 turistas que viajaban en una miniván hacia el nevado del Huaytapallana cayeron a un abismo y milagrosamente nadie falleció.

En tanto, ayer en la Carretera Central un tráiler se incendió y bloqueó toda la vía; además, un bus chocó con un camión, lo que empeoró la situación. Resultado: la más importante vía de conexión de Lima con el centro del país se cerró entre tres y siete de la mañana.

Y no solo las carreteras están en mal estado, también los puentes. El mismo día del accidente en Pasamayo, se cayó un puente en Kimbiri, en La Convención, Cusco. Hay más de 15 desaparecidos.

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