El presidente Pedro Castillo ha tratado de burlarse de los peruanos al ir a Estados Unidos para pontificar en materia de lucha contra la corrupción y de paso victimizarse por las acusaciones que pesan en su contra, como si no hubiese mostrado desde un principio suficientes nexos con personajes nefastos, al extremo que incluso hoy algunos de su entorno más cercano están corridos de la justicia y hasta se ofrece una recompensa monetaria.

Al escuchar lo dicho por el jefe de Estado en la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, y el intento de deslinde en su entrevista de ayer a TV Perú, cualquier incauto podría creer que el profesor Castillo es un alma pura y desconectada con todo acto de corrupción, como si no hubiera llegado a poder de la mano de un partido cuyo líder es un sentenciado por meterle la uña al Estado como Vladimir Cerrón, presunto cabecilla de esas joyas llamadas “Los dinámicos del centro”.

El mandatario habla como si su ministro preferido, Juan “cien grandes” Silva, no estuviera prófugo de la justicia a pesar de que el Ministerio Público pidió que se le vigile; al igual que su secretario, Bruno Pacheco, el hombre de los 20 mil dólares en el baño de Palacio de Gobierno; o su sobrino Fray Vásquez que hacía de anfitrión en las reuniones nada santas del pasaje Sarratea. ¿Con esos antecedentes el profesor Castillo va a otro país a hablar de lucha contra la corrupción?

A eso se suma que el presidente Castillo se está convirtiendo en un campeón en ponerle zancadilla a las investigaciones que el Ministerio Público le ha iniciado como presunto jefe de una mafia destinada a amañar licitaciones públicas para llenarse los bolsillos. ¿Será cierto lo dicho ayer a la televisora estatal en el sentido que va a colaborar con les pesquisas iniciadas en su contra? ¿Su abogado ya dejó de lado los recursos para frenar el caso hasta –en teoría– el 28 de julio de 2026?

El presidente Castillo es la persona menos indicada para dar lecciones de lucha contra la corrupción. Que primero capture a sus allegados prófugos y se atreva a declarar frente al Ministerio Público, antes de promocionarse como un gobernante libre de toda mancha. Quizá fuera del país algún despistado o inocente le crea, pero acá los peruanos sabemos muy bien de qué pie cojea aquel hombre que se promocionaba como honesto y alejado de toda malicia. A otros con ese cuento.