El fin de semana leí de un tirón el libro Así cayó Castillo (Planeta), del periodista Umberto Jara, que considero que es un texto imprescindible para conocer los niveles de miseria y degradación a los descendimos como país durante la “gestión” de Pedro Castillo y la manga de corruptos, sinvergüenzas y buenos para nada con los que pretendió adueñarse del Perú desde antes del inicio de su mandato, con el único objetivo de saquearlo.
Hay dos pasajes de la obra que muestran la podredumbre que se inició con la elección de Castillo con el apoyo de esa izquierda que hoy se la da de sorprendida, cuando desde un principio se sabía que este sujeto venía apadrinado del corrupto Vladimir Cerrón, que era un cero a la izquierda en capacidades académicas y políticas -por no decir que era un iletrado-, que era primo hermano de terroristas y que de agitador y demagogo de plazuela no pasaba.
Una de esas partes narra las nauseabundas negociaciones de Castillo y su entorno con los congresistas de Acción Popular conocidos con el alias de “Los niños”, que en la práctica, según Jara, no son más que una banda de extorsionadores. A ellos, dice el autor, se les entregó el Ministerio de la Producción para que se lo repartan íntegramente entre sus allegados y amigos, a cambio de votos en el Congreso para evitar la vacancia del jefe de Estado y censuras a ministros.
La otra explica cómo el pájaro frutero con banda presidencial llamado Pedro Castillo pedía plata en efectivo y mensual para él y sus hermanos, a los mafiosos Geiner Alvarado y Salatiel Marrufo a cambio de mantenerlos en el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento. Incluso una vez el sujeto que ocupaba la Presidencia de la República fue al propio ministerio, en San Isidro, a recibir su sucia marmaja metida en una bolsa de regalo, la que entregó a un miembro de su escolta.
El libro deja muy en claro lo que sabe cualquiera con algo de sentido común: que Castillo no era ni es ningún “pobrecito” ni un “alma inocente” que llegó desde su lejano terruño para enfrentarse a los “ricos” y a los “poderosos”, que es el cuento que nos quieren vender. No, se trata de un hampón que al ingresar a Palacio de Gobierno no hizo más que ratificar su gusto por los paquetes de dinero en efectivo, siempre en billetes de 200 soles, y su avidez de pirañita hambrienta.