En lugar de asegurar que acudirá al Tribunal Constitucional para tratar de sacar nueva Constitución al caballazo y sin la participación del Congreso, el presidente Pedro Castillo debería estar agradecido con el Poder Legislativo que le ha puesto un freno a la ilegal y desestabilizadora asamblea constituyente con la que sueña la izquierda cavernaria que sueña en convertir al Perú en Cuba o Venezuela.

Si el mandatario fuera responsable y sensato, tendría que darse cuenta que sin la amenaza de una nueva Constitución, se otorga previsibilidad y estabilidad al país, lo que es un factor para atraer inversiones que generan empleo, pago de tributos y bienestar para los peruanos golpeados por una severa crisis.

El jefe del Estado debería voltear la página de la nueva Constitución, para dedicarse a gobernar y atacar la crisis. Que Vladimir Cerrón, Guido Bellido, Guillermo Bermejo y la izquierda castrista, chavista y hasta prosenderista se pelee por su sueño frustrado de una nueva Constitución marxista leninista. Sin embargo, el profesor insiste en su Carta Magna a medida para no dejar jamás el poder.

Lamentablemente el presidente Castillo no logra asumir la responsabilidad de su cargo ni salir de su papel de “sindicalista básico”, pese a que hay un país cargado de necesidades, por lo que su actitud es imperdonable.