Si algo ha caracterizado a Pedro Castillo es su cinismo para esquivar la responsabilidad de sus actos. Lo ha hecho con Bruno Pacheco, Juan Silva, sus sobrinos, la cuñada-hija que está presa, y, últimamente, con inocentes niños que padecen de cáncer. Con Castillo nunca se podrá decir, “lo hemos visto todo”, porque un ser tan miserable como él, no tiene sangre en la cara.
Tal como ocurrió en la segunda vuelta, los medios caviares no han hecho eco de la denuncia de estafa que sufrieron los niños pacientes oncológicos, solo Beto Ortiz y Willax han emprendido, prácticamente, una lucha en solitario que ya empieza a tener repercusión en el Congreso de la República. Sin embargo, esta actitud de ciertos periodistas, que ya conocemos y sabemos cómo construyen cortinas de humo en base a “pepas” que provienen de Palacio de Gobierno, no puede ser pasada por alto.
Los medios son en parte responsables de invisibilizar a estos niños que son víctimas de un Gobierno que los ha usado para limpiar su imagen y que vilmente hoy los deja morir a su suerte. Aquí ya no hay campañas, ni lazos negros, ni portadas como con Inti y Bryan, aquí mueren todos los días pacientes oncológicos por desidia del Estado y la izquierda guarda silencio, no se indigna ni pide la vacancia.
Ahora ya sabemos que Castillo se ha convertido en un showman que entrega cheques sin fondo, monta en Cusco una segunda reforma agraria cuando no puede ni comprar urea para nuestros agricultores. Su única preocupación es salvarse él y los suyos, obstruyendo a la justicia y controlando a la Policía. Todo esto, mientras el Congreso se lo siga permitiendo.