Repetía Martín Vizcarra que su gobierno había tenido éxito en la contención de la Covid-19. Pero de pronto cambió todo el gabinete, incluyendo al presidente del consejo de ministros. ¿Cómo se explica el cambio de un equipo exitoso en medio de un partido difícil? ¿Incluyendo al jugador estrella, su tan promocionado ministro de salud? Imposible. Vizcarra reconocía que su equipo estaba jugando mal. Claro, ha habido excepciones.

Destaco a EsSalud y a las Fuerzas Armadas y Policiales. Pero ante la amenaza de que el Congreso notara el fracaso y le cayera con interpelaciones, no aguantó la presión, pateó el tablero y reseteó para empezar de nuevo. Lamentablemente no cambió a todos, pero nombró a Pedro Cateriano de premier. Un abogado menor que presume en su bio oficial de “estudios doctorales” pero que en realidad no tiene ni maestría, jamás protagonizó un juicio memorable ni hizo una contribución académica en materia legal, sin embargo, es tratado hasta como “constitucionalista”.

Lo que no se puede negar, es que es un campeón de las relaciones públicas y un crack antifujiaprista, lo que hoy, abre puertas. Amparado en el padrinaje de Vargas Llosa, se convirtió en ministro de defensa y primer ministro en el gobierno de Humala. Una especie de mezcla de guardián de la garantía del Nobel y tucuyricoc de buen hablar, que aseguraba que Ollanta no se escapara del redil, y de paso, alguien que ponía la presencia y el peso político para compensar la fragilidad presidencial.

La continuidad conversada con PPK, le permitió durante el actual régimen diluir su controvertida gestión marcada por la famosa “Luz Verde” y la no esclarecida compra del satélite Perú-SAT-1. A Ollanta le resolvió la vida. Ahora falta saber si Cateriano hace lo propio con Vizcarra y llegó para ocupar un lugar en el nuevo tablero de ajedrez que permita asegurar cinco años más de impunidades. Su misión: amansar al Congreso, empujar las reformas como las quiere Vizcarra y allanar el aterrizaje al 2021.