Los representantes del socialismo fino, de salón, conocidos como “caviares”, esos que les gusta llamarse “izquierda democrática” y que hasta se lanzan a llamarse “liberales”, a veces, no pudieron más y estallaron contra Castillo. La sobre-manoseada investidura ministerial de Pedro Francke al MEF, donde era un fijo en el portafolio y luego fue desembarcado el mismo día de la juramentación, para luego aceptar el cargo igual, encendió la pradera. Y entonces, los correctos socialistas democráticos, volvieron a su mejor hacer y decir: acusar a los demás de inmorales e incapaces.
Ellos no discrepan ni pelen por principios. Solo el poder los mueve. El resto es ilusión. Simplemente perciben que Cerrón les cerró las puertas del sector público, incluyendo cargos, contratos y estudios de consultoría. Su indignación es farisea. ¿La prueba? Cerrón y Castillo, así como otros líderes de Perú libre, dijeron desde la campaña que ellos eran marxistas-leninistas, que reivindicaban el indigenismo de Mariátegui y la lucha de clases. Esto lo hicieron abiertamente desde la campaña. Como también, desde hace meses, los medios televisivos compitieron por mostrar las vinculaciones –o cuanto menos, cercanías– entre líderes de Perú Libre con organizaciones vinculadas al terrorismo.
Ahora nuestra siempre oportunista izquierda caviar hace pataleta porque no pueden capturar a quienes seguramente miran con aires de superioridad. Pero cuando estaban “dentro”, no había indignación. Se sumaron al debilitamiento del fujimorismo y del aprismo, diques políticos de contención natural del socialismo. Y por entonces, no les hacía asco ni le generaban dudas ni temores el marxismo-leninismo, ni toda la prédica dura, propia de socialista de verdad, de esos que tienen escuela y no solo “buena facha por TV”. Y es que éramos un país donde todos se sentían “de izquierda” y quería que los identificaran como tal. Y vivieron felices sintiéndose “socialistas democráticos”...Hasta que llegó el socialismo de verdad.