Se equivocan de plano los escuderos del doblemente corrupto Vladimir Cerrón al afirmar que su líder es un perseguido político, pues las dos sentencias que pesan ahora sobre él han sido revisadas y ratificadas en diversas instancias de un sistema de justicia que más bien, en opinión de este diario, ha actuado con excesiva benevolencia si se tienen en cuenta otros casos de otros personajes en que se actuó con mucha severidad y hasta abuso.

Además, los procesos judiciales por los que Cerrón ha sido condenado vienen de muchos años atrás, de cuando aún era un personaje solo con presencia en la región Junín. Recordemos que en 2016, cuando este caballero quiso postular a la Presidencia de la República por su partido que en ese momento se llamaba Perú Libertario, tuvo que retirarse ante la evidencia que iba a sacar pocos votos que le iban a costar su inscripción. Nadie lo conocía.

Cerrón no es ningún perseguido político ni víctima de lawfare, como repiten sus acólitos que insisten en defenderlo a pesar de las dos condenas que tiene encima. Más bien, deberían marcar distancia con este sujeto y los que son congresistas, más bien quizá podrían intentar un silencio cauto y esperar a que acabe su mandato en 2026 para irse a sus casas a lamentarse por haber tenido como líder a un corrupto.