“Quisiéramos tener otro hijo más”, es uno de los pedidos que mayor demanda está teniendo en China luego de que fuera aprobada recientemente la política que permite a las parejas tener un segundo hijo en caso de que la madre o el padre no tuvieran hermanos. Es difícil aceptarlo, pero el control de la natalidad en China fue una disposición que cobró vida a fines de los años 70. La restricción se debió al crecimiento exponencial de la población china que a los ojos del Partido Comunista significaba un obstáculo en el crecimiento y desarrollo del país. China es el país más poblado del planeta y eso que no es el más extenso. Está llegando en el 2015 a los más de 1360 millones de habitantes, la quinta parte de la población mundial. Pero ¿qué ha llevado al régimen chino a dar un giro en la decisión política que en su momento fue asumida como una necesidad por los comunistas liderados con Mao Tse-tung?. Pues, lamentablemente, China se está convirtiendo en un país de longevos. Las cifras calculadas para los próximos 20 años no son nada buenas. Su ritmo de crecimiento anual que llega al 10% necesita de hombres y mujeres dinámicos, capaces de mantenerlo e incluso superarlo. Con un producto bruto interno de 9.24 billones de dólares y una tasa de fertilidad de 1.66 hijos por mujer, había que tomar medidas. Contrario a los indicadores de otros países donde el número de mujeres ha comenzado a superar al de varones, en China la población masculina llega al 51.69% frente a la de mujeres que no pasa el 48.05%. Pero más allá de cifras y géneros, las medidas de control de la natalidad realizadas forzadamente por los gobiernos, nunca son buenas ni terminan bien. Aquí, la voluntad de las parejas es fundamental.