En lo que va de este año, cada día han sido robados casi 4 mil 800 teléfonos celulares que en su mayoría son vendidos en “mercados negros” que todos saben dónde quedan, pero que nadie quiere intervenir por falta de voluntad política, lo que es una muestra de la dejadez de los sucesivos gobiernos para acabar con uno de los delitos más comunes que afectan hasta a las personas más necesitadas que incluso se endeudan para pagar un aparato de estos.
Esta cifra brutal ha sido proporcionada por el Organismo Supervisor de la Inversión Privada en Telecomunicaciones (Osiptel), que ha precisado que mientras exista la venta de aparatos robados y la gente los compre en lugares conocidos por todos, no se podrá parar esta situación que muchas veces incluso ha costado vidas. Hace pocas semanas en Sullana, Piura, una adolescente fue asesinada por resistirse al hurto de su teléfono.
Ante la magnitud del problema, es evidente que esto no se soluciona con un alcalde bravucón que prometa arrestar hampones al por mayor. Si no hay un trabajo desde el más alto nivel, que coordine la labor del Congreso, el Ministerio del Interior, la Policía Nacional, el Ministerio Público, el Poder Judicial y las municipalidades, nada se podrá hacer, pues los hampones detenidos saldrán en libertad al día siguiente, como ocurre actualmente.
Esa labor debería corresponder hoy al presidente Pedro Castillo en su calidad de jefe del Estado. Sin embargo, es poco lo que se puede esperar del profesor. Tenemos un mandatario más preocupado en sobrevivir en medio de escándalos de ineptitud y corrupción, que en hacer gestión en favor del ciudadano de a pie. Además, está claro que su prioridad es que el Ministerio del Interior le cubra las espaldas, antes de ponerlo a trabajar por la seguridad ciudadana.
El Estado tiene mucho que hacer, pero el ciudadano también, sobre todo ese que se horroriza cuando ve por televisión cómo le arrebatan el celular a una persona y exige que metan preso al ladrón, pero más tarde se va corriendo al “mercado negro” a comprar un teléfono robado, obviando que detrás de ese equipo quizá haya hasta una persona asesinada. Mientras haya clientes habrá vendedores, y arrebatadores que los provean.