La reunión del último sábado en Ecuador entre el gobierno de Colombia y el grupo Ejército de Liberación Nacional (ELN), con el objetivo de alcanzar la paz, ha sido bastante prometedora. El ELN inició sus actividades terroristas en los años 60, casi a la par que lo hacían las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con las que, como sabemos, se consiguió la paz. Lo mismo que se quiere lograr con el ELN. Aunque recién ha comenzado el proceso negociador, con la presencia de seis países garantes, también tiene ese firme derrotero. Una ventaja que muestra el proceso es que el gobierno de Juan Manuel Santos está dotado de una importante experiencia negociadora. En efecto, todo lo conseguido en el reciente acuerdo de paz negociado en La Habana ha sido instrumentalizado y protocolizado, con lo cual, entonces, el nuevo arreglo cuenta con una plancha de acciones lista para ejecutar. El referido proceso negociador ayudará, y mucho, a las tareas de las partes en Quito. Una segunda ventaja está dada por el contexto de paz que creó el acuerdo anterior, es decir, existe una firme decisión político-nacional de toda la sociedad colombiana para que se pueda llegar a la paz total. La febril etapa de las guerrillas es un asunto del pasado. En Colombia son conscientes de que la guerra interna ha impedido que el país mire debidamente el desarrollo. Visto como un Estado conflictual, Colombia ha perdido muchas oportunidades de prosperidad. Es muy probable que, en un contexto de paz social permanente, Colombia pueda hacer realidad su incorporación a la APEC. Nosotros con Sendero Luminoso encima, en los años ochenta, jamás lo hubiéramos logrado. Los colombianos están allanado su firme camino hacia la paz total.