El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, al asumir su segundo mandato dijo que su preocupación central sería lograr la paz total para su país. Su empeño es incuestionable. Teniendo muy avanzadas las negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para lograr el acuerdo de paz, ahora ha llegado el anuncio de que seguirá un ritmo de conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el segundo grupo armado en Colombia. Esta vez el escenario central de las tratativas será Ecuador -con las FARC lo ha venido siendo Cuba-. Lo importante es que las partes así lo creen, es decir, llegar a la paz pasa por convicciones del gobierno y de los levantados en armas. Si Santos quiere lograr la paz social en Colombia no puede darse el lujo de esperar terminar de arreglar el asunto con las FARC para luego iniciar otra con los demás insubordinados. El frente interno no es el mejor para el presidente cafetero, por lo que el reciente anuncio en Caracas sea bueno para el gobierno. Los parámetros de la negociación es verdad que no serán los mismos que con las FARC, pero es indudable que existe una plataforma que servirá de ancha base para la prosperidad de los acuerdos. Por lo pronto, el gobierno de Bogotá ha fijado que cualquier desarrollo de las negociaciones debe pasar necesariamente por la liberación de los rehenes que pueda tener bajo su custodia el referido grupo armado. Santos corre y contra el tiempo porque debe cumplir su promesa de devolverle al país la paz que desde hace ya 60 años no tiene. Para la prosperidad de este arreglo con el ELN será -ahora sí- muy importante que se pueda consumar cuanto antes la paz con las FARC.