Qué jodido es cuando, por uno o varios errores -premeditados o no-, caes en desgracia. Casi te convierten en un apestado, hasta tus ayayeros se ahuyentan. Es que cuanto más alto estás, peor y más estrepitosa es la caída y el golpe. Entonces los mismos de siempre se abalanzan sobre ti para morderte las carnes porque quizá tu caída los haga sentirse moralmente superiores a ti. Y claro, moralmente superiores a un cardenal de la Iglesia católica no es poca cosa. Este ha sido el tema de la semana y no voy a dejar de decir lo que siento y pienso solo porque pueda parecer políticamente correcto dejarse llevar por los que hacen más ruido, que en realidad no son muchos pero saben hacer ruido. En cambio, los muchos que son sus amigos y fieles seguidores se alejan del escándalo, prefieren no darse por enterados y esperan que el tiempo (no más de una semana) le eche tierra al asunto. Como todas las noticias de esta naturaleza. No por este error voy a dejar de coincidir con muchas de las ideas de Juan Luis Cipriani, de admirar y agradecer su defensa firme de la familia, la vida del no nacido, etc. Lo único que dejaré de hacer es pedirle consejo sobre el manejo de citas y fuentes para investigadores y periodistas. Cipriani sabe muy bien lo que hay que hacer cuando se peca: comienza por el examen de conciencia, sigue con el acto de contrición (arrepentimiento), propósito de enmienda, confesión, penitencia y sanseacabó. Excusas rebuscadas solo alimentan a los talibanes, que los hay de ambos lados, de sus detractores y de sus defensores. Y cada vez que uno de ellos diga algo, el otro tendrá argumentos para seguir gozando. Si no hubiera también tanta miseria en el espíritu humano.

TAGS RELACIONADOS