"Una de las cosas que más amo de la Navidad es que nos permite crear un espacio donde podemos desplegar lo más grande de nuestro corazón: nuestro servicio a los demás".

Mi Navidad 2010 empezó hace varios días. La he venido gozando intensamente desde el sábado pasado, cuando tuve la dicha de poder compartir una mañana completa con los niños del cerro El Pino en el distrito de La Victoria, en Lima.
Gracias a la Asociación por una Feliz Infancia, pude ser parte, juntos a varios voluntarios más, de una mañana que me regaló alegría, sonrisas, abrazos y esa energía maravillosa que los niños poseen y de la cual es imposible no contagiarse.
Ese día no sólo jugué, bailé, reí y me divertí con los pequeños, sino que tuve la dicha de conocer a personas que nunca había visto y que al igual que yo, decidieron asistir a la actividad, recorrer horas de viaje en el bus para llegar a la cima del cerro a pie o en mototaxi, y entregarse de lleno para alegrar a los pequeños.
Si hay algo que realmente conmueve mi alma es la generosidad del ser humano, esa capacidad innata de dar de sí mismos, de entregarse por una noble causa sin esperar nada a cambio, aquella mañana agradecí inmensamente a la vida poder ser parte de un grupo así.
Y recuerdo de manera particular todo lo que acontecía "tras bambalinas". Faltaba cuchillos para cortar el panetón, bandejas para servir e incluso parecía que la leche no alcanzaría, y ahí, la Sra. Vilma, voluntaria también, nos dijo que las cosas llegarían, que confiáramos, ¡y así fue! Otra mamá llegó, trajo lo que faltaba, al igual que otras personas que se sumaron aquella mañana, y una vez más fui testigo de que los milagros ocurren cuando se trabaja de entero con el corazón.
Por varias horas nos olvidamos de dónde veníamos, qué edad teníamos o a qué nos dedicábamos, lo único que reconocimos fue la entrega de cada uno por hacer de esa mañana una fecha inolvidable y feliz para los niños. Sus rostros llenos de luz, de sonrisas y esperanza eran el mejor regalo que podíamos esperar.
Llegó el domingo, y ese día fue sin duda uno de los días que marcarían mi vida también. Muy temprano me uní a otro grupo de voluntarios para ir al Hogar San Pedro en Huarochirí, un albergue que reúne a niños enfermos y abandonados, ancianos y pacientes con VIH y TBC de condiciones precarias y en situación de abandono.
Ese día, Dios me regaló la conciencia plena de lo que significa estar vivo y tener salud. Ver a los bebés luchando por mantenerse con vida, conversar con los abuelitos abandonados y algunos enfermos que a pesar de su situación sonríen a la vida, agradecen cada vez que los visitamos y piden que no los olvidemos, hizo que por un instante deseara tener el poder de repartirme en mil y viajar las horas necesarias al albergue para escucharlos y estar con ellos, eso es todo lo que piden, nuestro tiempo y cariño.
Recordaré por siempre la lección de vida de María Victoria, quien con 25 años, internada en el albergue y sin poder caminar ni mover las manos me enseñó que la vida hay que agradecerla siempre, que nunca hay que perder la sonrisa y que por sobre todo hay que confiar en Dios, ya que Él siempre provee. Ese día la abracé, besé sus manitas inmóviles y me despedí prometiendo volver a verla. Al voltear y caminando hacia el bus que me traería de vuelta a Lima, lloré de gratitud porque ella me había dejado una gran enseñanza, su grandeza en medio de la adversidad es algo que honraré toda mi vida.
Siempre diré que cuando damos algo a los demás, realmente somos nosotros los que recibimos regalos incalculables. Después de vivir estas experiencias que tocaron mi alma, hoy quiero agradecer a la vida y a todos los corazones amigos de Tacna que permitirán que hoy por la tarde en la asociación de vivienda Las Américas del distrito Gregorio Albarracín se pueda realizar la Festinavidad en el local comunal de la asociación. Los milagros ocurren gracias a la bondad de nuestros corazones, y desde aquí quiero agradecer a todos los que apoyaron esta causa y que permitirán que los niños y todos los que nos unamos este día podamos disfrutar de una tarde maravillosa e inolvidable, disfrutando el entregar de nosotros a los demás.
Que esta Navidad sea un momento de DAR de ti a los que te rodean, entrega no sólo bienes materiales, sino tu amor, tu presencia, tu ser, tu alegría, tu abrazo, tu sonrisa, haz que la vida sea más feliz porque tú estás presente. Felices fiestas, te deseo lo mejor cada día de tu vida.

(*) Coach ontológica certificada por Newfield Network
nerynina@yahoo.com