Más allá de la tardía reacción de la mandataria Dina Boluarte de enviar el avión de uso presidencial a Tel Aviv para evacuar a los peruanos atrapados en Israel tras el ataque terroristas de Hamás del sábado último, lo cierto es que esta nueva situación que expone la integridad de compatriotas en el exterior, evidencia una vez más la precariedad de la flota de aeronaves con que cuenta la Fuerza Aérea del Perú (FAP) para poder realizar este tipo de misiones humanitarias.

Apenas iniciada la pandemia de COVID-19, quedó claro que la FAP no contaba con aviones de pasajeros (que también puede ser usados para movilizar carga) de gran capacidad ni con autonomía suficiente como para hacer vuelos a largas distancias a fin de traer a ciudadanos en riesgo. Hoy, ante lo sucedido en Israel, tres años después, nos encontramos con una situación similar que imposibilita evacuar rápidamente a peruanos que se han quedado varados en un país en guerra.

El mejor avión que tenemos para estos fines es el Boeing 737 de uso presidencial, que fue comprado a mitad de los años 90 y que para llegar a Tel Aviv desde Lima tendría que hacer seis paradas para reabastecer combustible, según ha señalado ayer a Canal N el teniente general FAP (r) Julio Valdez Pomareda, expiloto de esa aeronave que por estos días se encuentra circunstancialmente en Europa con la presidenta Dina Boluarte, quien ayer ha dispuesto la salida de la aeronave a la zona de conflicto para evacuar a los peruanos.

Apenas estalló en conflicto en Medio Oriente el último fin de semana, países de la región como Argentina, Brasil y Chile enviaron de aviones militares de gran autonomía y capacidad para auxiliar a sus connacionales que por estos días ya están fuera de peligro. En del Perú eso ha sido posible, aunque de forma tardía, porque el Boeing de uso presidencial estaba en Europa. Muchos peruanos han tenido que salir ya, por su cuenta y riesgo, sin ayuda de sus gobiernos.

Queda claro que en las últimas administraciones no ha existido voluntad política de adquirir aeronaves necesarias para estos fines humanitarios, que también pueden ser usadas ante cualquier emergencia dentro del interior del país. No se trata de adquisiciones militares para ir a hacer la guerra por ahí, como dirían algunos críticos de pensamiento estrecho, sino para sacar sanos y salvos a connacionales en riesgo, tal como lo hace el gobierno de cualquier país civilizado que tiene claro que la vida y el bienestar de su gente son su razón de ser.

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