Ante la imposibilidad de llegar a los votos requeridos para vacar al presidente Pedro Castillo, el Congreso ha puesto en marcha un plan para suspender de sus funciones al jefe de Estado. Esta salida para terminar con el desgobierno y el caos en el que está sumido el país es evaluada por un grupo de parlamentarios. La opción constitucional necesita 66 votos y para muchos es lo más viable. Sin embargo, la gran pregunta es si más allá del ánimo y el entusiasmo de los legisladores que impulsan esta figura, ¿hay realmente un compromiso de la mayoría del Parlamento?
Hasta el momento, los congresistas no han dado respuestas a la altura de las exigencias de la gente y por eso hay más dudas que certezas. Han priorizado sus intereses partidarios y personales. Por eso es evidente el rechazo de los peruanos a esta forma de hacer política.
Ese nivel de debilidad, de atonía, frente al Ejecutivo hace que nunca sea el contrapeso que debe ser. Hoy es momento de dejar las promesas e ir a la acción tras el objetivo de construir un mejor país. Hay que conseguirlo sin pausa. Es fundamental que cada paso obedezca a una estrategia general y que la buena voluntad se enriquezca con criterios de responsabilidad nacional y un sentido histórico. El Perú atraviesa una grave crisis y no hay medidas milagrosas ni líderes providenciales que puedan resolver este problema si no se apela a la unidad de la oposición.