Cuando era funcionaria pública, solía tener debajo del vidrio de mi escritorio un comunicado del Congreso de la República señalando que estaba prohibido que los congresistas hicieran gestiones para la contratación de personas en el Estado. Solía tener también una ruma de currícula que nunca miraba, donde ponía todos los que me traían personas que decían venir recomendados por ministros, políticos, congresistas o parientes.
Lograr servicios de calidad en el Estado pasa por tener meritocracia, en que las contrataciones obedecen a los conocimientos, experiencia y logros de los profesionales, y no a su cercanía a un partido o autoridad. Ir en contra de la meritocracia equivale a ir en contra de los ciudadanos más vulnerables, quienes dependen de la calidad de los servicios provistos por el Estado para poder salir adelante. Es ir también en contra de los miles de profesionales que se preparan y esfuerzan para tener los conocimientos y capacidades requeridos para ejercer un cargo público.
Ayer, de manera intempestiva, el Congreso de la República dio un tarjetazo para que 14,000 ex docentes, que quedaron fuera de la carrera magisterial por no tener título, desaprobar en conocimientos o no rendir la prueba, sean reincorporados a labores escolares.
Es decir, el Congreso ha aprobado que 14,000 personas que no han acreditado tener las capacidades para prestar servicios en las entidades educativas sean contratadas por el Estado y, encima, para dar un servicio esencial a los escolares.
Si estábamos indignados con la contratación de Richard Swing para servicios para los cuales no aparenta tener las capacidades y conocimientos, nos debemos indignar 14,000 veces más por lo que acaba de aprobar el Congreso, que de manera similar ordena la contratación en el Estado de 14,000 maestros que no han acreditado tener las capacidades requeridas.
Combatamos la mala práctica de contratar a personas por haber ayudado en campaña, ser amigos de alguien con autoridad, miembros de un partido o grupo interesante de votantes. Si queremos servicios públicos de calidad, la meritocracia es fundamental.
Lo aprobado por el Congreso es inaceptable. Protestemos para que dé marcha atrás. Desde el espacio en que estemos debemos combatir el amiguismo, favoritismo y las contrataciones a dedo, pues solo así podremos avanzar hacia servicios de calidad.