A veces hay que tomar distancia para ver las cosas mejor, para ver el bosque y no quedarnos en los árboles. Eso es lo que parecería estar pasando en el Ejecutivo y el Congreso. Ambos están enfrascados en una discusión política que demuestra que metidos en el día a día dejan de ver los verdaderos problemas del país.

Desde el inicio del gobierno de Kuczynski han habido complicaciones que han ido superándose de diversas maneras. El Ejecutivo se inauguró con un paquete de decretos legislativos para corregir algunas cosas, sobre todo administrativas, que perjudicaban el crecimiento. Luego este mismo Ejecutivo, conformado por varios economistas de primer nivel, nos aseguró que empezaría el crecimiento sostenido, pues destrabarían varios proyectos que moverían la economía. El Niño costero llegó y la destrucción hizo que cualquier estimado de crecimiento se viera afectado, aunque si se hace bien, la reconstrucción puede ser una oportunidad de recuperación.

En paralelo el Congreso, que realizó bien el control político de los decretos legislativos, se ha enfrascado en discusiones que no suman y que lo alejan de la ciudadanía. El uso de la interpelación, prevista en la Constitución como un mecanismo democrático de control, no hace que este no sea incómodo para el ministro interpelado y para el Ejecutivo; su abuso, más.

Mientras esto sucede, Odebrecht traerá sorpresas para junio y las empresas que estuvieron consorciadas con esta han sido instadas a que no participen en la reconstrucción, lo que complicará su situación y la de las miles de familias que las integran.

Si no crecemos, todo el Perú estará afectado, y esta discusión entre poderes hace que los peruanos pensemos que no les importamos a nuestros gobernantes y, por ende, gobernantes y gobernados nos distanciaremos inexorablemente.